Muchos títulos justifican la extraordinaria devoción que, desde los primeros tiempos muy antiguos, es objeto San Andrés tanto en la Iglesia de Oriente como en la de Occidente. En efecto, es “el primer llamado” (en griego “Protocleto”) por Jesús al ministerio apostólico, y hermano carnal de Pedro, cuya profesión de pescador compartía. Andrés, además, introduce a su hermano en el seguimiento de Cristo (cfr. Jn. 1, 35-42). Por otra parte, el haber muerto crucificado y el amor por la cruz que le atribuye la tradición, lo hacen particularmente cercano al Maestro.
Tuvo el privilegio de ser nombrado, junto con Pedro y Pablo, en el embolismo del Padrenuestro de la Misa (hasta la reforma del Misal Romano) y en el Canon Romano. Todavía ocupa hoy, el primer lugar después de los Príncipes de los Apóstoles, desde los tiempos de San Gregorio Magno.
La tradición popular, no documentada pero muy antigua, le ha asignado un campo de apostolado en Grecia (si bien hay versiones, por ejemplo, la costa del Mar Negro y el Cáucaso). Habría sido crucificado en el Patras of Achaea, en Grecia, alrededor del año 60. La Iglesia del Oriente considera a Andrés como su Cabeza y Fundador.
Los “Hechos de Andrés”, apócrifo de los primeros tiempos cristianos, no sólo nos cuentan con detalle la pasión y la muerte del apóstol, sino que conservan incluso muchas de las palabras que él habría dirigido a su juez (el procónsul de Egeo o Egeo), al pueblo que contemplaba el suplicio, y a la cruz: “¡Oh cruz, instrumento de salud del Altísimo!” ¡Oh cruz, signo de victoria de Cristo sobre sus enemigos! ¡Oh cruz plantada en la tierra y que fructificas en el cielo! ¡Oh nombre de la cruz que abarcas en ti al universo! ¡Salve, cruz, que has unido al mundo en toda su extensión! “.
En …
Puedes leerlo en: http://es.catholic.net/sacerdotes/222/1991/articulo.php?id=15746
Autor: Alejandro E. Pomar